Después de ver esos experimentos sociológicos en el aula, parece que la pregunta era inevitable. ¿Qué experimento haría yo en mi clase? Está claro que los profesores parecen tener más influencia sobre sus alumnos de lo que ninguno de los dos imagina. Pero, ¿cómo utilizar esa influencia para algo positivo? Bueno, a eso vamos a dedicar la entrada de hoy.
Después de haber visto un extremo un tanto peligroso con La Ola y un ejemplo no demasiado ético en La Clase Dividida, parece necesario pensar un poco más y elegir un experimento que los padres de los alumnos no puedan denunciar. Esto no quiere decir que no esté de acuerdo con el experimento en contra de la discriminación que se presenta en La Clase Dividida, especialmente en un momento tan convulso de la historia de los Estados Unidos como los años sesenta, en los que la población de color estaba recibiendo un trato deplorable. De todas formas, precisamente eso, el contexto histórico en el que se desarrolló este experimento, es lo que me ha hecho plantearme nuevas cuestiones a tener en cuenta. Aunque hay bastantes conflictos que requieren solución en la sociedad actual, ¿cuál es el que yo puedo ayudar a resolver como profesora de instituto?
He dedicado un buen rato a intentar elegir cuál es el problema que pueden tener los jóvenes hoy en día. Primero he pensado en lo típico cuando llega a nuestra mente la palabra "adolescente," es decir: sexo, alcohol y drogas. Qué triste es que los identifiquemos con estas palabras, ¿no? Pero bueno, como he visto que aquí tampoco es que yo pueda tener mucha influencia en un principio (más allá de maravillosas charlas que duren sesiones enteras), he decidido centrarme en otro aspecto que, de hecho, hasta me molesta un poco.
Sí, niños, hoy vamos a hablar del teléfono móvil en chavales de doce y trece años. Si yo sé que tener móvil es lo más guay que existe en el planeta, pero no podemos obsesionarnos con él hasta el punto de perder la capacidad de relacionarnos en persona. Y es que, con el móvil, estamos ofreciendo el mundo a un mini humano en periodo de maduración. ¿Cómo podemos garantizar que sus habilidades sociales se vayan a desarrollar correctamente? No sé si nos hemos dado cuenta de que, con un móvil, tampoco las necesita.
Aunque quizás la premisa del hombre enganchado a la máquina puede parecer un poco drástica (o quizás no), he decidido centrar mi experimento en este punto concreto. Y mi propuesta para pasar a los anales de la investigación sociológica en menores es... ¡quitarles el móvil durante una semana! Sí: fuera móviles, hola mundo.
Tras haber pedido los permisos necesarios, el lunes de una semana se requisarían todos los teléfonos del aula, y se impediría a los alumnos tener contacto con los móviles de su familia o amigos: el experimento no funciona si al llegar a casa pueden utilizar el teléfono de su hermano. Aun así, podrían acceder a otros dispositivos como la televisión o el ordenador (tampoco quiero que me lapiden, ¿eh?). Durante esa semana, iríamos preguntando a los alumnos cómo se sienten sin su móvil. ¿Lo echan de menos? ¿Han encontrado alguna otra forma de entretenerse? ¿Sienten que han perdido o ganado amistades?
La intención del experimento es que se den cuenta de que es posible vivir sin teléfono móvil. Y no solo posible, sino que quizás incluso noten mejoría en su salud. Igual dejan de tener los ojos tan cansados, o concilian más rápido el sueño, o recuperan una antigua afición durante esa semana... o puede que solo quieran matar a su profesora de inglés el lunes siguiente por su idea francamente lamentable... Bueno, esto de momento quedará en el aire.
Idealmente, lo que querría es que se diesen cuenta de que hay algo llamado mundo y que para verlo, solo tienen que levantar un poco la cabeza y abrir los ojos. Tampoco es que prohíba el móvil ni nada parecido, sino que el experimento serviría como toque de atención. El viernes, después de debatir las ideas que vayan surgiendo, devolveríamos a los alumnos sus móviles, y ya serían ellos los encargados de decidir si quieren volver a su antigua rutina o si prefieren centrarse en otras cosas diferentes, aunque el móvil siga guardando un lugar especial en su corazón.
Por supuesto, no sé si este experimento podría o no llevarse a cabo; pero sí que me parece una idea interesante que podría ayudar un problema que parece estar arraigando en nuestra sociedad. Considero que realizar este tipo de experimentos que pueden llamar la atención de los alumnos a la vez que les enseñan algo pueden tener consecuencias muy buenas sobre ellos.
Después de haber visto un extremo un tanto peligroso con La Ola y un ejemplo no demasiado ético en La Clase Dividida, parece necesario pensar un poco más y elegir un experimento que los padres de los alumnos no puedan denunciar. Esto no quiere decir que no esté de acuerdo con el experimento en contra de la discriminación que se presenta en La Clase Dividida, especialmente en un momento tan convulso de la historia de los Estados Unidos como los años sesenta, en los que la población de color estaba recibiendo un trato deplorable. De todas formas, precisamente eso, el contexto histórico en el que se desarrolló este experimento, es lo que me ha hecho plantearme nuevas cuestiones a tener en cuenta. Aunque hay bastantes conflictos que requieren solución en la sociedad actual, ¿cuál es el que yo puedo ayudar a resolver como profesora de instituto?
He dedicado un buen rato a intentar elegir cuál es el problema que pueden tener los jóvenes hoy en día. Primero he pensado en lo típico cuando llega a nuestra mente la palabra "adolescente," es decir: sexo, alcohol y drogas. Qué triste es que los identifiquemos con estas palabras, ¿no? Pero bueno, como he visto que aquí tampoco es que yo pueda tener mucha influencia en un principio (más allá de maravillosas charlas que duren sesiones enteras), he decidido centrarme en otro aspecto que, de hecho, hasta me molesta un poco.
Sí, niños, hoy vamos a hablar del teléfono móvil en chavales de doce y trece años. Si yo sé que tener móvil es lo más guay que existe en el planeta, pero no podemos obsesionarnos con él hasta el punto de perder la capacidad de relacionarnos en persona. Y es que, con el móvil, estamos ofreciendo el mundo a un mini humano en periodo de maduración. ¿Cómo podemos garantizar que sus habilidades sociales se vayan a desarrollar correctamente? No sé si nos hemos dado cuenta de que, con un móvil, tampoco las necesita.
Aunque quizás la premisa del hombre enganchado a la máquina puede parecer un poco drástica (o quizás no), he decidido centrar mi experimento en este punto concreto. Y mi propuesta para pasar a los anales de la investigación sociológica en menores es... ¡quitarles el móvil durante una semana! Sí: fuera móviles, hola mundo.
Tras haber pedido los permisos necesarios, el lunes de una semana se requisarían todos los teléfonos del aula, y se impediría a los alumnos tener contacto con los móviles de su familia o amigos: el experimento no funciona si al llegar a casa pueden utilizar el teléfono de su hermano. Aun así, podrían acceder a otros dispositivos como la televisión o el ordenador (tampoco quiero que me lapiden, ¿eh?). Durante esa semana, iríamos preguntando a los alumnos cómo se sienten sin su móvil. ¿Lo echan de menos? ¿Han encontrado alguna otra forma de entretenerse? ¿Sienten que han perdido o ganado amistades?
La intención del experimento es que se den cuenta de que es posible vivir sin teléfono móvil. Y no solo posible, sino que quizás incluso noten mejoría en su salud. Igual dejan de tener los ojos tan cansados, o concilian más rápido el sueño, o recuperan una antigua afición durante esa semana... o puede que solo quieran matar a su profesora de inglés el lunes siguiente por su idea francamente lamentable... Bueno, esto de momento quedará en el aire.
Idealmente, lo que querría es que se diesen cuenta de que hay algo llamado mundo y que para verlo, solo tienen que levantar un poco la cabeza y abrir los ojos. Tampoco es que prohíba el móvil ni nada parecido, sino que el experimento serviría como toque de atención. El viernes, después de debatir las ideas que vayan surgiendo, devolveríamos a los alumnos sus móviles, y ya serían ellos los encargados de decidir si quieren volver a su antigua rutina o si prefieren centrarse en otras cosas diferentes, aunque el móvil siga guardando un lugar especial en su corazón.
Por supuesto, no sé si este experimento podría o no llevarse a cabo; pero sí que me parece una idea interesante que podría ayudar un problema que parece estar arraigando en nuestra sociedad. Considero que realizar este tipo de experimentos que pueden llamar la atención de los alumnos a la vez que les enseñan algo pueden tener consecuencias muy buenas sobre ellos.
¡Hola, Bea! Creo que has dado en el clavo con tu experimento. Parece que hoy en día estamos todos (no solo los adolescentes) tan pendientes del móvil que muchas veces olvidamos que existe un mundo más allá del digital y que tenemos que apreciarlo, solo así podremos crecer en sociedad. ¡Menos mal que a mí no me han requisado el móvil para poder pasarme por tu blog! :)
ResponderEliminarDesde luego la era digital nos está comiendo el coco a todos un poco. ¡Cualquiera requisa el móvil a nadie! Me alegro de que te guste el experimento. ¡Muchísimas gracias por tu comentario! ^^
Eliminar