Como primera posibilidad nos encontramos con la educación en casa. En este caso, nuestros padres pasarían también a ser nuestros profesores. Tendríamos que seguir el plan de estudios que imponga el estado, pero tendríamos libertad para todo lo demás. Quizás este método pueda suponer más tiempo libre a los alumnos, ya que los padres pueden dar a sus hijos algunos días libres y pueden controlar sus horas de estudio más fácilmente.
Sin embargo, ¿hasta qué punto nuestros padres pueden enseñarnos el temario de las asignaturas con un nivel de instituto. Pongo por ejemplo a mi padre, que controlaba bastante en francés e inglés, pero al que la literatura se le quedaba un poco lejos; al contrario que mi madre, que podía ayudarme con lengua e historia, pero era incapaz de echarme una mano con las traducciones en latín y griego. De todas formas, para enseñar hay que valer, porque mi padre me preguntaba las listas de volcabulario de idiomas hasta que al final se quedaba dormido y le tenía que quitar el libro de las manos con cuidado de no despertarle. Pero además, en caso de que nuestros padres fuesen dioses sabedores de todo conocimiento humano, ¿no echaríamos de menos a gente de nuestra edad? Que mi hermano pequeño me cae muy bien, ¿eh? Pero vamos, que en lo que a gustos y aficiones se refiere...
En fin, que a mí no me habría gustado haber estado encerrada en casa para estudiar. Primero porque creo que hay que saber diferenciar entre un ámbito doméstico y otro académico; y segundo, porque me encantaba volver de clase hablando con mis amigas, ya fuese sobre lo que había pasado ese día en el instituto o sobre nuestras cosas.
Así que, lo que propongo como medida para hacer una educación obligatoria sin escolarización es crear grupos de pocos niños que trabajen con profesores capacitados para enseñar las materias. Al ser un menor número de alumnos, la atención puede ser más especializada y los docentes podrán conocer a sus niños de forma individual. Pero además, estarán en contacto con otra gente de su edad, fomentando así otras competencias como la cooperación, la asertividad y la capacidad de argumentación.
Por supuesto, en este caso pueden surgir también problemas. ¿Cuántos docentes serían necesarios? No vamos a tener diez profesores especializados para cinco alumnos. Pero, en el caso de que encontrásemos a un profesor perfecto, capaz de explicar las lecciones de todas las asignaturas, ¿hacemos que el niño pase toda su vida aprendiendo con la misma persona? ¿No será mejor que pruebe otros métodos de trabajo que, incluso, podrían funcionar mejor para él? Parece que, aunque las posibilidades son casi infinitas, es difícil encontrar la mejor solución.
¡Hola! Me pasaba por tu blog, porque me parece que está escrito de manera elocuente y a la vez aguda. Planteas los temas, y a la vez haces cierta crítica sobre los mismos. Coincido en este post especialmente, sobre todo al final, cuando reflexionas sobre cuántos profesores debería tener un alumno. Considero que sí, es mejor que un alumno tenga distintos profesores, para evitar que se acomode, y para que entre en contacto con distintos docentes y distintos estilos de enseñar. ¡Sigue haciendo tu blog tan genial como hasta ahora!
ResponderEliminarMe alegro de que te guste mi blog y compartamos opinión en este tema. ¡La diversidad de profesores es muy importante! Muchas gracias por tu comentario, Juan :)
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